Un recuerdo no es más que un pensamiento -un pensamiento que apunta al pasado, sí- pero es una propuesta neuronal que tu cerebro está haciendo en este momento con quien eres ahora. Un recuerdo no tiene la capacidad de dirigir tu vida, de dirigir la toma de decisiones.
David del Rosario.
Gracias a la magia del algoritmo, llegué a una charla en Youtube del BBVA llamada Neurociencia aplicada al día a día de David del Rosario. Me atrevo a afirmar que ha sido una de las mejores que he visto hasta ahora y, puedo demostrarlo con mis más de tres páginas escritas, en las que trascribí lo que me pareció más interesante. Se la compartí a mi querido amigo Max y me contó por audios a través de Instagram que su parte favorita fue cuando explicó, que así como el corazón está hecho para palpitar y los pulmones para respirar, la función principal del cerebro es pensar y pensar y pensar, y aunque queramos, no podríamos detenerlo.
Me apasiona el funcionamiento del cerebro, me apasiona su capacidad para asociar personas, sucesos, relaciones, miedos, experiencias de vida, su destreza para borrar y bloquear recuerdos dolorosos o traerlos al presente en los momentos menos indicados. Por ejemplo, me ha pasado en muchas ocasiones que mientras besaba a un chico, mi cabeza se iba volando a mi refrigerador y me recordaba que no había sacado el pollo a descongelar, o que algún perfume me produjera nauseas porque era el mismo que usaba alguien con quien alguna vez salí.
Cuando entendemos que nuestra mente relaciona todo el rato, que unimos sucesos y que la mayoría de los pensamientos no son nada útiles y con ellos, juzgamos, cuestionamos, tememos y reaccionamos erróneamente, con bases sustentadas en meras suposiciones y especulaciones, que más o menos es como edificar una linda casita de paredes blancas y ventanas azules, sobre el mar sin ningún cimiento.
Les cuento una historia sobre algo que pienso y no tiene ningún sentido ni profundidad, cada vez que miro un paño de cocina y sin exagerar, cada vez miro alguno, que más o menos es todos los días de mi vida, recuerdo a Carolina.
La Señora Carolina me alquiló durante un mes en un pueblo de Colombia una pequeña habitación, la señora Carolina vivía con dos gatos y un perro, su casa estaba decorada entera solo con muebles para gatos.
Muebles para gatos color marrón, color crema, muebles para gatos horizontales o de tres niveles, columpios para gatos, túneles, es decir, un Disneyland gatuno. Carolina era una mujer rubia y grande, usaba pantalones muy cortos de jean a diario y dormía las siestas por la tarde con la puerta abierta y ropa interior, el ventilador de techo encendido se oía en cada rincón de la casa, dormía además con la boca abierta, un gato en el pecho y uno entre las piernas.
Los muebles de los gatos desprendían olor a gato, la caja de arena también. Mi amiga Carolina no era la mujer más limpia del mundo, además vivíamos en un pueblito en que la temperatura normal eran 38 grados centígrados, así que todo absolutamente todo, desprendía un olor particular.
Los cajones de la cocina estaban llenos de comida vencida, el paquete de avena del año 2005 parecía un bloque rígido de cemento, migas de pan y galletas decoraban todas las mesas y el suelo de mi habitación estaba cubierto por casi un centímetro de una mezcla de pelos de animales y personas, el cuarto de lavado era muy similar a los programas de televisión de acumuladores, kilos y kilos de ropa por lavar con más muebles de gatos con más comida vencida, con más migas de pan.
Una mañana de esas en las que por suerte el gato no se robó mi comida, Carolina me habló, les confieso que no recuerdo lo qué me dijo, solo recuerdo que en una pausa de la conversación, Carolina miró hacia abajo y notó una mancha líquida en el suelo, tomó el paño de cocina ubicado en la mesa con su mano derecha -el paño de cocina que usábamos para secar los platos… limpios- y lo tiró con la intención de limpiar la bendita mancha que relucía entre las miles de manchas opacas, viejas y secas -mi cuerpo rígido y mis ojos muy abiertos admirando esa secuencia de pasos desconocidos-.
Carolina sin quitar la vista del paño en el suelo, procedió a quitarse la sandalia y ubicó el pie derecho sobre el paño, secó la mancha del suelo con rapidez y atrapó el paño de cocina con los dedos de sus pies engarrotados y para terminar, con un movimiento casi futbolístico, lanzó el paño con su pie hasta su mano derecha y lo ubicó nuevamente en la mesa de la cocina, para continuar -como si nada hubiese sucedido- la conversación.
Cada vez que miro un paño de cocina recuerdo a Carolina y a su paño multifacético, que se mantuvo inmutable en esa mesa hasta que logré mudarme, recuerdo el olor a gato, recuerdo sus pies y sus uñas pintadas de dorado y negro, las de Carolina no las del gato, recuerdo las manchas en el suelo y muy importante, recuerdo muchísimo la agilidad de Carolina para las tareas del hogar en la que usaba los pies para limpiar y podía continuar hablando de la vida.
Así es el cerebro a veces, por no decir todo el tiempo, a cada segundo desde que despertamos, recuerda tonterías intrascendentes, asocia objetos con personas, asocia momentos con sentimientos y emociones y en vez de reírnos y seguir viviendo sin hacerles tanto caso, decidimos subirnos en la rueda de hámster en la que nos mantenemos corriendo en el pasado o pensando en el futuro sin ubicarnos en el presente y agradecer por lo que hemos vivido y meter a lavar los paños de cocina que necesitan mantenerse limpios, así como nuestros pensamientos.
Escuché el último podcast de Javier Aznar, Hab. 517: Juliana Abaúnza: Series largas, novios cortos saben que es uno de mis favoritos, hablaron de un montón de series, y me gustó muchísimo, será muy útil en esos días en que aburridos no encontremos alguna serie interesante y nos dé un poco de fastidio empezar a ver una desconocida que nadie nos ha recomendado.
Yo, en vez de empezar una serie nueva, gracias al podcast decidí volver a ver Gilmore Girls, si no la han visto, por favor no me hablen, creada en el 2000 por Amy Sherman-Palladino, es una de las series más bonitas que han existido, la miraba con mi madre en Venezuela, todos los jueves a las 20 horas después de Friends, no existía Netflix, así que debíamos esperar cada semana un nuevo capítulo.
Todas las conversaciones de la serie en sus siete temporadas están repletas de referencias de películas, personajes y libros, bromas internas que se relacionan a eventos importantes y sucesos particulares de la cultura pop. A mis 32 años volver a ver la serie y entender casi todas las referencias, la razón por la que nombran a Jack Kerouac en el primer capítulo, o a Il Duce durante una dura discusión con el director del instituto de Rory, los libros que leían, los personajes que nombra Lorelai. Ha sido como mirar una serie nueva que sabes que te encantará y nadie podrá hacerte spoiler porque la conoces entera.
Así como el libro que estoy releyendo y recomiendo muchísimo también, El bar de las grandes esperanzas, Lorelai, la madre de Rory en la serie, desea que su hija vaya a Harvard, que viva y consiga lo que ella no pudo, por haberse convertido en madre, me recordó a JR Moehriger el protagonista del libro y su relación con su madre también, ella soñaba con que él se graduara de abogado en Yale, a él lo movía una fuerza interna por hacer feliz a su madre y que muchas veces lo hacía sentir perdido y agotado, sin saber muy bien qué camino tomar y dudando si esa voz interna era realmente propia o solo eran pedacitos de historias contadas, un puzle de voces familiares y momentos traumáticos.
Al final, estamos hechos de pensamientos, la mayoría de veces ni nos pertenecen, son ideas, sueños, creencias que otros instalaron en nosotros y creo, que un verdadero momento de madurez y lucidez es cuando nos preguntamos si eso que pensamos y creemos lo sentimos de forma genuina en el corazón y en el cuerpo, o son sueños de otros, planes de otros, recuerdos que nos torturan y ya no tienen importancia, como los paños de cocina y el olor a gato.
Gracias por estar.
Los quiero mucho.
Jani.
Bellísimo me fascino y tus historias me rei imaginandome el trapo los gatos y las uñas 😂me encantooooo