Estoy en el trabajo con mi maleta lista, vigilando mis pasos y esperando que sean las seis de la tarde para arrastrarla e irme a Valencia. Estaré cuatro días, empacar ligero pierde sentido cuando quieres llevar unas botas vaqueras.
Ayer mi jefe, mientras hablábamos un poco de todo y de nada a la vez, me dijo, que al final todo termina fluyendo, por más que te preocupes, pases noches sin dormir, intentes imaginar el peor de los escenarios sobre cualquier evento, todo siempre termina como debe terminar y pocas veces como esperamos.
Claro, esta es una afirmación que se lee demasiado fácil, pero somos seres humanos, nuestra naturaleza es protegernos y sobrevivir, así que es totalmente normal luchar con los nervios y el terror de que te atrapé un mamut o simplemente no encontrar un bus de regreso a la hora que necesitas.
En fin, que después de una exhaustiva investigación he llegado a la conclusión que para lograr surfear las olas de la vida y mantenernos unos segundos de pie cada tanto, debemos aprender a respirar, practicar alguna actividad física, caminar y dormir (y no enamorarse… es broma).
Esas actividades nos darán la fuerza y el temple necesarios para superar casi cualquier evento terrorífico, catastrófico, doloroso o impredecible. Hacer terapia también es importantísimo, pero sé que no todos estamos en condiciones de pagarla, así que si sientes que la vida no tiene sentido, simplemente duerme o camina.
Es broma también (hoy estoy graciosilla), pero he leído tantísimo sobre lo importante que es escuchar tu cuerpo y aprender a descansar cuando lo necesitemos, el despertarnos todos los días a la misma hora, evitar comidas copiosas antes de ir a dormir o disminuir el consumo de alcohol, ha hecho que a pesar de tener el corazón roto o pasar unos días muy, pero muy tristes, tenga la fuerza de abrir los ojos y seguir intentando sonreír aunque sea un poquitín durante ese día que apenas empieza.
Hace un par de días entraron conversando dos señoras mexicanas de unos cincuenta años a la tienda. La temporada de verano terminó, los turistas cada día son menos, así que puedo poner toda mi atención en las conversaciones que ocurren a mi alrededor.
-¿Trabajaste en esa tienda?
-Sí, luego me fui a Italia.
-¿Italia?
-Sí, con Alberto, ahí comenzó la historia… mmm. Me fui a hacer helados a Italia con él. Después todo se terminó, ya te contaré.
Vi un vídeo de una coach de relaciones, que entre otras cosas hablaba sobre refugiarnos en un mantra cuando empecemos a salir con alguien nuevo o no sepamos a dónde nos llevará una relación: Pase lo que pase, estaré bien.
Recordé ese vídeo y ese mantra en específico al oir la conversacion de esas señoras. Yo soy una enamorada, no recuerdo algún momentito pequeñito en mi vida en el que no me haya sentido sacudida de amor hacia alguien.
El neurocientífico que les recomendé en la cartita pasada, en uno de sus pódcast sobre el proceso de sanación de heridas o traumas, explicaba, que hay personas que su composición hormonal las hace más propensas a sufrir y a mantener por más tiempo en ese sufrimiento.
Gracias a ese pódcast, por fin obtuve la respuesta perfecta para decirle a mi padre cada vez que me pregunte: ¿Todavía llorando por ese tipo? Simplemente le diré, que mis hormonas vinieron defectuosas y por eso exploto de amor todo el rato y olvido a velocidad de caracol.
«Me he acostumbrado a ordenar los recuerdos de mi vida con un cómputo de novios y de libros», leí hace años al inicio del libro La loca de la casa de Rosa Montero, y no puedo estar más de acuerdo con esa mujer que me encanta.
Al inicio de El libro de todos los amores de Agustín Fernández Mallo, que empecé esta semana y me está gustando muchísimo, leí:
La más grosera manifestación de realismo resulta de extrapolar estadísticas
hacia el futuro. La más ingenua manifestación de nostalgia resulta de extrapolar esas mismas estadísticas hacia el pasado. Las parejas se separan
y —no lo saben— cada cual se lleva exactamente una de esas dos partes.
(Amor estadística)
Si no escribo o leo sobre el amor, este empieza a desbordarse por todas mis heridas, creo por eso me encuentro en libros tan románticos, con ese halo poético y de intensidad que termina por estremecerme, El libro de todos los amores me recordó un poco a Los llanos de Federico Falco o Actos obscenos en lugar privado de Marco Missiroli.
El amor se puede observar a simple vista en mis pupilas o en mis hormonas descompuestas si miran más a profundidad, necesito descargarlo y escribir sobre ello, así sea fugaz, así solo esté en mi cabeza.
Hace unos días un chico me dijo que se había leído en mis escritos. Lo miré extrañada, como si de un disparate se tratara.
Tarde o temprano todo o casi todo queda en el olvido, los nervios antes de un encuentro, las ganas de un beso, los incómodos silencios después de cada despedida. Las sensaciones se terminan olvidando, pero siempre siempre quedarán mis páginas escritas y pase lo que pase, estaré bien.
No existe archivo que pueda almacenar el olvido, y no porque lo olvidado no pueda regresar y ser recordado, sino porque el olvido es tan grande que su mundo supera en varios dígitos al nuestro. Estamos hechos de una gigantesca pérdida de objetos y personas, lo que equivale a decir de pérdida de memoria, que no obstante nos constituye. Así que cuando trasmitimos información también trasmitimos todos esos mundos olvidados, aunque lo hagamos de un modo que aún no comprendemos del todo. Ese olvido soy yo introducido en la cabeza de los demás, mi vida ahí dentro encerrada, la parte de mí solo
accesible a quien en forma de experiencia amorosa me tiene en su cerebro, aunque esa persona —lo sé— ya me haya olvidado para siempre. (Amor olvido)El libro de todos los amores - Agustín Fernández Mallo.
Otras cositas:
Hoy terminé de leer Carcoma de Layla Martínez, el relato de una familia a dos voces enmarcada en una historia de terror. Soy malísima para el terror, así que este librito lo leía solo en las mañanas, pero me gustó muchísimo.
También terminé El cuerpo en que nací de Guadalupe Nettel, tengo pendiente La hija única, que me han recomendado bastante, una brutal historia de exilio, problemas familiares, adolescencia, en fin, todos los temas sobre los que me encanta leer.
Sin más nada que agregar, infinitamente agradecida por todas las personitas que me leen y que me han seguido últimamente.
Feliz domingo.
Los quiero un montón.
Bendiciones. Muy agradable su lectura. Dios contigo siempre. Éxitos y feliz viaje. Te quiero.