Hola amigos lindísimos, ¿cómo están? Son las 9:51 de la mañana en un domingo nublado. Estoy en mi cama escribiendo con una manta suavecita de invierno y el ventilador enfrente. La mezcla perfecta de frío y calor que necesito a diario para sobrevivir dentro de este cuerpo tropical.
Estoy muy contenta por compartirles la tercera parte de mis videos sobre los aprendizajes a mis 34 años. En este video hablo sobre la culpa y cómo he aprendido a no dejar que sabotee mi vida.
Prefieres escuchar a que leer? No te preocupes, escúchame en Spotify.
Quise empezar el video con una frase que he estado analizando profundamente y que abre el tema de la culpa a la perfección: Si te duele, es tu problema.
Llevo muchos años intentando eliminar de mi vocabulario frases como tú me hiciste o por tu culpa. ¿Por qué algunas palabras nos duelen y otras no?
Todos nacemos en ambientes con vocabularios y lenguajes propios. Desde el nacimiento, no sabemos qué realmente nos está hiriendo y va a formar parte inconsciente de nuestros miedos y conductas en la adultez.
Lo que nos duele y nos afecta casi siempre es parte de nosotros, de nuestro pasado y nuestra personalidad. En mi caso, que se burlen de mí o de mi apariencia ya no me produce ningún efecto, pero si me llaman impuntual o chismosa, la electricidad de mi cuerpo aumenta y el tic de mi ojo casi estalla.
¿Por qué? Porque para mí la puntualidad es el valor más importante y desde pequeña me han tratado de chismosa porque no podía guardarme ningún secreto. Hoy, casi 35 años más tarde, aún me duele que me digan eso o intenten hacerme sentir como si todo lo tuviese que contar.
¿Cuándo dejará de doler? Cuando aceptemos que es parte de nuestra personalidad o cuando reconozcamos con compasión que en el pasado tal vez fuimos así, pero ya no forman parte de lo que somos.
Y así con todo.
Antes de reaccionar (y sé que a veces es difícil controlarse), tómate tu tiempo para pensar: ¿por qué esto me duele tanto?
En fin, mi video habla sobre eso y la famosa culpa que me ha acompañado desde el nacimiento y ha crecido cuando nació mi hijo, cuando decidí seguir trabajando en mis pasiones y pasatiempos, cada vez que tomo tiempo para mí. Les cuento cómo he podido superarla, aunque sea un poquito.
Abandonar la culpa
Durante muchos años, la culpa ha sido mi fiel compañera. Al igual que ignoro las voces negativas en mi mente, presto aún menos atención a los susurros de la culpa. A pesar de su constante presencia, no me ha detenido en mi camino hacia mis metas y sueños. Para cualquier madre, la culpa puede ser como un monstruo escondido bajo la cama o dentro del armario, siempre al acecho para aparecer cuando tomas decisiones que beneficiarían tu vida y no puedes evitar pensar en tus hijos.
Recuerdo la sensación de incomodidad al comprarme cualquier cosa, sabiendo que mi hijo estaba lejos. Llegué a comprender que como ser humano, merezco una vida plena. Aprender a equilibrar el cuidado de mi hijo con la búsqueda de mis propios sueños y metas ha sido un proceso desafiante pero gratificante.
He aprendido que trabajar en mis objetivos, divertirme y buscar mi felicidad no solo me beneficia a mí, sino que también es un ejemplo poderoso para mi hijo. Verlo crecer en un entorno donde su madre es feliz y realizada es el mejor regalo que puedo darle.
Leí en el libro Your Pocket Therapist de Annie Zimmerman que uno de los conceptos más importantes en psicología es la "defensa moral primera", explicada por el psiquiatra Ronald Fairbairn en 1943. Los niños que son heridos por sus padres tienden a culparse a sí mismos para mantener un vínculo con sus padres, quienes necesitan para sobrevivir. Esto se traduce en una voz interna crítica que nos acompaña hasta la adultez.
Para cambiar esta narrativa, es importante reconocer que nuestras heridas vienen de otros y dirigir nuestros sentimientos hacia quienes nos hirieron. Necesitamos cambiar la narrativa de "soy malo" a "me trataron mal" y permitirnos sentir rabia y tristeza hacia quienes nos lastimaron.
La culpa puede ser paralizante y limitante. Aquí hay algunas estrategias:
Reescribe tu historia: La escritura expresiva puede ayudar a aliviar sentimientos de culpa. Escribe sobre tus experiencias desde una perspectiva objetiva y compasiva.
Practica la autocompasión: La autocompasión reduce la culpa y el autojuicio. Trátate con la misma amabilidad y comprensión que mostrarías a un amigo cercano.
Aceptación y compromiso: Acepta tus emociones y comprométete a actuar de acuerdo con tus valores, incluso si sientes culpa.El libro La trampa de la felicidad (que lo recomiendo todo el rato) se basa en esta terapia.
Terapia cognitivo-conductual (TCC): La TCC te ayuda a identificar y cambiar patrones de pensamiento negativos que alimentan la culpa.
Cuarto video en YouTube ¿no es maravilloso? *lágrimas de emoción
Sobre lo que hablé en mi vídeo:
El podcast de Mel Robbins sobre cómo ser mejores padres y aprender a ser nuestros propios padres.
Les dejo esta frase que se quedó conmigo: “Cada ser humano es un padre para su propio niño interior”.
Libros que he leído sobre la culpa: Your Pocket Therapist - Annie Zimmerman
Este libro es una biblia de relaciones amorosas, familiares, autoconocimiento y amor propio. Una maravilla maravillosa.
Feliz domingo de verano ❤️✨
Leído y disfrutado, después te escucharé.